La casa verde

Rukitos y Rukitas de colores. En esta ocasión comparto con ustedes unas palabritas autobiográficas que escribió una persona muy especial para mi. Nos describe su mundo desde la visión de una niña de tan solo doce años de edad, aunque estas palabras las redactó con más de sesenta años. Es un extenso escrito que me hubiese gustado poder ilustrar junto a ella, pero por circunstancias de la vida, no ha podido ser así…

Empiezo por la primera parte de este relato, donde con mucho cariño, nos describe su Verde Casa.

La Casa Verde

«Los invito a conocer donde yo vivía, era una casa de color verde oscuro con unas paredes muy altas en las cuales había tres ventanas. En estos muros que tenían en su interior unos hierros que los decoraban hay un portón de reja en puntas muy grande, el cual siempre permanecía con candado. El terreno era de 2550 metros cuadrados y la casa era de 600 metros. Esta casa esta ubicada en Santiago, Ñuñoa, en la calle Los Cerezos, por el lado sur, había un sitio eriazo y por el lado norte había una familia constituida por padres y dos hijos, en la parte posterior de la casa había un colegio muy pequeño. Nuestra casa estaba a media cuadra de Irarrazaval».

Ruka de Colores by Vero Tapia ©

como la vida misma: «la vero»

Hola amig@s de Ruka de colores. Por fin, después de algún que otro mareo emocional, estoy con los pies bien anclados en la tierra para poder presentarme en sociedad. Me llamo Vero y soy quién está detrás de estas palabras y de estas imágenes. Ahora que Ruka de colores está pronta a cumplir su primer cumpleaños, me gustaría hablarles de mí, y de la vida que llevo. Tal vez a alguien del otro lado de la pantalla le pueda servir mi experiencia. De no ser así, al menos a mí me sirve de terapia. ¡Gracias por acompañarme en este nuevo recorrido!

la VeroNací en Santiago de Chile y viví allí toda mi infancia y adolescencia. Santiago es una capital enorme donde todos y todas funcionamos como hormigas de un gran hormiguero y donde nadie tiene tiempo ni de respirar. La imagen mental que me viene a la cabeza sobre esta ciudad, es la de una gran máquina repleta de pequeños engranajes. (De este pensamiento sale un bonito dibujo. Lo dejo pendiente).

En Santiago hay «mucho» de todo: muchos coches (autos), mucha gente, mucho ruido y una cordillera maravillosa. Pensando en la cordillera, les puedo contar que mi gran nostalgia como inmigrante que soy, la sitúo en el recuerdo de mi familia y en la ensoñación de mi cordillera.

Hace ya varios años la familia que formé del otro lado del océano compuesta por mi pareja, mi hijo y yo, elegimos una vida alternativa a la vorágine de la urbe y del capitalismo. Para ello optamos por un pequeño valle en la provincia de Teruel (España), llamado el Valle de Olba. A este precioso valle, lo baña y cruza un hermoso río, el río Mijares. Como bien se imaginan, en Olba hay también «mucho» de todo. Hay muchos árboles, muchas montañas, muchas huertas, muchos animales, etc… Es un lugar encantador y con «mucho» encanto.

¡¡¡Ahhhh!!! Antes de que pierda el rumbo, aprovecho la ocasión para invitarlos el festival de artes escénicas que está pronto a realizarse en el valle. Si alguien se ánima a visitarnos o simplemente desea hacerle un «poquito» de publicidad, les dejo toda la información en el siguiente enlace.

http://lakabriolaolba.wordpress.com/

En varios aspectos este cambio de vida, ha sido y es una opción maravillosa. Vivimos en un entorno natural, humano y familiar. De manera que, aparte de ser felices en este contexto, hemos intentado aportar un grano de arena a este extraño momento vital en el que nos toca existir… (Yo creo que no es necesario ahondar en esta última reflexión, ya que como me suele ocurrir, me estoy enrollando más que una persiana).

A mi parecer, los dos aspectos más complicadas de esta opción de vida son: el trabajo remunerado (encontrar o compaginar uno que te guste y te haga feliz) y poder llevar a la práctica, ideal y consecuentemente, tú manera de vivir con la vida que realizas. Ufffff… Ambas cosas suelen producirnos a tod@s algo de insomnio, no solo a mí. Lo que es un gran consuelo, ahora que lo pienso. Pero la incertidumbre que me generan ambas cuestiones se contrarrestan con la hermosa posibilidad del vivir y disfrutar cada día como el último día. Solo hay que abrir bien los ojos y aprender a mirar y observar de otra manera.

Mi aspecto físico es más o menos el del dibujo que les adjunto. Mi pareja dice que en la ropa y la postura he salido muy perecida (yupiiii), pero en la cara no tanto. A mí me gusta la forma de la cara. Es parecida a la imagen imagen mental que tengo de mi misma (valga la redundancia). Soy una mujer bajita, con grandes y oscuros ojos, labios finos (un poco carmines, pero poco… en el dibujo el carmín está «sutilmente» exagerado),  melena negra, larga y difícil de dominar.