Nuestra primera parada, fue en una aldea situada en la cumbre de una montaña. La divisamos a lo lejos y nos pareció un lugar hermoso. Mientras más nos acercábamos, más alegres nos sentíamos. El aire del amanecer nos embriagaba con todos los aromas del bosque y la montaña.
Decidimos entonces quedarnos allí a disfrutar de algunas dulces noches.
Ese «rinconcito» perdido en el tiempo, tenía una gran torre con un campanario que a través de su sonido nos recordaba a todos los soñadores, que el paso del tiempo es hermoso y que cada día es un lindo nuevo regalo.