Las letras, un importante recurso gráfico y poético, son como mariposas que vuelan por un universo ingrávido para depositarse en un espacio en blanco donde re-crean nuestros pensamientos. Las letras van formando palabras, las palabras frases y las frases unidas son capaces de narrar.
Para “crear” en ese espacio en blanco apelamos a referentes personales extraídos del conocimiento, la experiencia y la memoria, como si este relato estableciese una cartografía de ideas que dibuja un recorrido por un trazado propio. Para este viaje personal contamos con un baúl-maleta que lleva lo que somos y se empapa de lo que vivimos. Almacenamos espacios poéticos donde se funden los sucesos reales con la imaginación. Los acontecimientos profanos y cronológicos que nos convierten en nosotros mismos como la cultura, la historia y la genealogía, se funden con el tiempo sagrado o el espacio intemporal en el que intervienen el recuerdo y la memoria.
El recuerdo nos permite abrir puertas, ventanas y cajones de nuestra memoria donde almacenamos impresiones. Cual si fuese un trazo que se dibuja y desdibuja con tinta invisible y que nos permite re-crearnos. Esta catarsis es un ritual mágico donde el protagonismo lo tiene nuestra propia intimidad. Desde esta catarsis podemos navegar simbólicamente por nuestras vivencias y poder abordar el espacio en blanco de la creación.